Bueno, pues a día de hoy, lunes, en el que me queda tan sólo una semana de vacaciones (aunque, como dice una amiga mía, una semana dé para muchas cosas), me voy a dedicar a repasar un poco lo que he hecho este verano.
En realidad he hecho bien poco... ha sido de los veranos más aburridos que he pasado nunca, pero supongo que también es que yo sola me lo he buscado: acabé tan cansada de exámenes y facultad que al final decidí que no tenía ganas de hacer nada. Y así de deprisa se me han pasado las vacaciones.
Bueno, al menos me han servido estos casi tres meses para pensar un poco y reflexionar, algo que nunca viene mal en estos tiempos que corren.
Y también, por supuesto, he leído mucho porque es algo que me encanta... he leído cosas que quería leer y libros que tenía comprados desde hace tiempo y que no había podido tocar hasta ahora por motivos de estudio y demás (durante el curso me paso leyendo obras que me mandan). Ahora tan sólo me queda uno por terminar, y estoy en ello. En parte, esto es algo que me entristece.
Y además, como siempre, he escrito, aunque mucho menos que otros veranos, he de reconocerlo. La verdad es que en estos meses he estado bastante flojilla de inspiración literaria- salvando si acaso algunos pequeños períodos en los que las ideas y las palabras me salían solas- y apenas si he hecho algo en este campo. Pero bueno, lo he intentado, que es lo que cuenta.
Y sobre todo, y he aquí la razón por la que he puesto este post en este blog y no en otros míos, he escuchado muchísima música. El aburrimiento veraniego me ha dado la oportunidad de conocer a muchos artistas y, por supuestísimo, de volver a escuchar muchísimas canciones de Lacrimosa que hacía tiempo que no escuchaba detenidamente. Y es que, cuando una está relajada y descansada, disfruta mucho más con la escucha de su grupo favorito.
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