Hoy voy a relatar otra de mis anécdotas memorables (o casi, al menos para mí sí es así). Resulta que sobre el 17 de noviembre del pasado año- 2009-, quise ponerme a prueba a mí misma o, más bien, a autotorturarme a mí misma. Quería comprobar mi fuerza de voluntad. ¿De qué forma? Pues dejando de escuchar música de Lacrimosa; es decir, que podía escuchar cualquier música que me apeteciera excepto de esta banda. La verdad es que comencé bastante bien, muy gallita yo, pero eso no llegó a durarme demasiado. Por la sencilla razón de que empezaba a morir por escuchar cualquier cosa. Y no tardó en surgirme el "mono"- es que soy completamente adicta-... Tenía muchísimas ganas de volver a escuchar la voz de Tilo, una angustia me oprimía el pecho pero, aun así, no me di por vencida.
Llegué a aguantar en esta situación durante cuatro días que he de decir que se pasaron lentísimos... Y es que soy débil, demasiado débil. Y tengo muy poca fuerza de voluntad. Vamos, que más me valdrá no empezar a fumar porque no podría dejarlo.
Lo pasé bastante mal. Pero si tuve que renunciar a mi reto personal y rendirme, fue porque mi estado de ánimo empezaba a decaer a un ritmo vertiginoso. Yo notaba que en mí no había la misma alegría, que todo era más triste y oscuro y, en fin, que estaba cambiando. Y eso sólo en cuatro días. Además, también necesité de la música por circunstancias personales de las que no dejaré constancia aquí. ¿Qué me llevó a preguntarme todo esto? Pues, en primer lugar, qué es Lacrimosa para mí. Algo más que simple música que me gusta, estoy segura. Ya dejé claro que es precisamente la música que me define; por decirlo de alguna forma, como si hubiese sido compuesta expresamente para mí. Por otro lado, también me cuestioné qué valor tiene el arte para el ser humano, hasta qué punto puede llegar a ser imprescindible para el placer y el deleite personal que cambia nuestro estado de ánimo totalmente y nos hace depender de eso a lo que amamos.
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